domingo, 24 de febrero de 2013

Sinlabajos


  El término municipal de Sinlabajos se encuentra en la raya que une las provincias de Valladolid y Ávila. Dista de la capital casi 70 km que se han de recorrer siguiendo el camino de Arévalo, para desde allí tomar dirección al oeste en busca de la localidad ya por carretera provincial. Su terreno es llano, seco pese a lo que el nombre indica,
recuérdese que lavajos y bodones son lagunas estacionales, haciendo el topónimo referencia a su profusión en otro tiempo.
  Sin evidencias arqueológicas en el término se ha de considerar la fundación de Sinlabajos relacionada directamente con el proceso repoblador, así el topónimo aparece citado en la relación fiscal redactada a mediados del siglo XIII por el cardenal Gil Torres. En ella se refleja la pujanza de la localidad en el periodo, asignándosele un tributo de sesenta morabetinos, únicamente superada en la comarca por Arévalo y   Madrigal e igualando a Rágama. Según los cálculos de Barrios García tal impuesto supondría una población en 1250 de 630 habitantes, situándose por tanto como la novena localidad del obispado, encabezando posteriormente uno de los sexmos de Arévalo.
  A finales del siglo XVI, según el Censo de la Corona de Castilla, contaba con 112 vecinos, que no habitantes, para siglo y medio más tarde recogerse en el Catastro de Ensenada un número notablemente inferior, 79, que moraban en noventa y seis casas. Entre ellas se contaban una taberna, una carnicería y tres mesones o posadas. Ya a mediados del siglo XIX Madoz cita en la población de 80 a 88 casas de mediana construcción, en las que se distribuían 412 habitantes. Ya contaba entonces con Ayuntamiento, que al tiempo hacía las veces de cárcel, y con escuela mixta.

Detalle de la arquitectura popular:
portada.
Arquitectura popular.
Arquitectura popular.

  Actualmente están censados en Sinlabajos 147 habitantes –INE 2010-, siendo en la calle Larga donde se conservan los mejores edificios de arquitectura tradicional. Asimismo próxima a la ermita del Cristo se emplaza la fuente del Caño, en cuyas inmediaciones han sido depositados diversos restos de construcciones históricas.

Iglesia parroquial de San Pelayo Mártir.
Iglesia de San Pelayo Mártir
  Se emplaza la parroquial de Sinlabajos al norte del núcleo urbano, en las afueras, frente a la plaza de la Constitución donde se sitúa el Ayuntamiento. Entre ambas discurre la carretera provincial que conduce a Arévalo, si bien se reserva un pequeño espacio ajardinado junto a la portada principal. Como en tantos otros pueblos de La Moraña sirvieron los muros de la parroquial como frontón, aquí los de la torre, donde al tiempo se aprovechó para dar la bienvenida a los forasteros.
  La configuración actual de San Pelayo es una vez más fruto de un proceso constructivo recurrente en estas tierras que incluye tres impulsos bien diferenciados: medieval y en los siglos del Renacimento y del Barroco. El resultado de estos tres momentos es un edificio de esbelta proporción, especialmente acusada en la cabecera, en que los citados replanteamientos darán lugar a un singular cuerpo de dos naves que si bien es anómalo en la provincia de Ávila –las hay en Palacios de Goda, Gutierre Muñoz, Mirueña o Blascoeles- no lo es tanto en la vecina Segovia, donde fue relativamente frecuente incorporar al espacio litúrgico como una nave más el perímetro de antiguos pórticos.
Cuerpo de dos naves.
Leyenda de Bienvenida a los forasteros
Fachada Oeste.
  A la vista de los restos conservados el primer templo de Sinlabajos sería probablemente uno más de los construidos al socaire de la repoblación, hacia finales del siglo XII o comienzos del XIII. Contaría con una sencilla planta basilical de cabecera única a la que se adosaba a mediodía la torre y una nave cubierta con rmadura de madera cuyo perímetro conforma hoy en lo sustancial la mayor. En ella se abriría una portada
Portada Norte cegada, conformada por un arco de medio punto
con doble rosca enmarcado en alfiz.
al sur, hacia la población, y otra secundaria al norte, aún conservada, que presenta doble rosca de medio punto inserta en alfiz. Sobre ella son visibles también dos vanos de igual perfil y mayor luz de la habitual, de los que el más occidental preserva su derrame abocinado al interior, junto al órgano. Igualmente son visibles en el bajocubierta los mechinales de la primitiva armadura y restos del enjalbegado. La fachada occidental es registro de las sucesivas ampliaciones tanto en altura como en anchura, conservando de este primer momento la huella de sus vertientes bajo las que se abrió un vano de medio punto y se dispuso un pequeño friso de ladrillos a sardinel.
  La torre conserva de esta primera etapa el tercio inferior del fuste, el construido a base de cajones de mampostería encintados con ladrillo que también refuerza los ángulos. El cuerpo de campanas es posterior, de época moderna, y parece haber sustituido al original tras un derrumbe. Al interior es hueca y presenta la repetida estructura de superposición de cámaras abovedadas y ascenso mediante escalera de fábrica embutida en los muros perimetrales, hoy impracticable y sustituida por una de madera. También al interior conserva un espléndido vano cegado de medio punto enmarcado por un alfiz. Según Gómez Moreno al suroeste del templo –a unos 25 m.- se alzaba una segunda torre construida en mazonería, muy probablemente de carácter defensivo dado su acceso en altura –recuérdense entre otros los cercanos ejemplos de San Esteban y Castellanos de Zapardiel, Rapariegos (Segovia) o Muriel (Valladolid)-.


Torre hueca.
Nave central.
Interior de la torre. Vano
de medio punto enmarcado por un alfiz.

  Conocida en la localidad como “El Torrejón” sus últimos restos fueron derruidos hacia 1940 empleándose en la cimentación de construcciones de nueva planta.  Como ha señalado Martínez Frías, la parroquial mudaría radicalmente su aspecto durante el segundo cuarto del siglo XVI con la sustitución de la primitiva cabecera por la actual, de testero ochavado y notables longitud y altura. Está cerrada por un abovedamiento nervado en dos tramos que cubre el presbiterio mediante diagonales, terceletes, ligaduras y un cuadrado en torno a la clave polar cuyos lados se prolongan en forma de estrella de cuatro puntas; los nervios del ochavo configuran media estrella de seis. Apean en ménsulas poligonales a excepción de los próximos al toral, que lo hacían en columnas ya de aire clásico. Esta reforma quedó interrumpida tras la construcción de la cabecera, si bien se preveía continuase también hacia la nave. Prueba de ello es que en el bajocubierta se conserva completo el arco toral de cantería, recorrido por una moldura cóncava entre boceles e incluso los arranques de los nervios que deberían conformar la bóveda del tramo más oriental de la nave, que como se ha dicho no se llevó a efecto. 

Abovedamiento nervado de la
cabecera.
Exterior del testero ochavado.
Arco toral de cantería.

  Desde la cabecera se accede a la sacristía mediante una portada de arco conopial; está configurada en dos alturas, realizándose el ascenso por un husillo en el costado oriental.
  Hacia mediados del mismo siglo se abrió una capilla en el costado septentrional que debió trazarse como testero de una nave lateral a juzgar por el arco dispuesto en el costado oeste y que finalmente no se llegó a realizar. Está cubierta por una bóveda de crucería con pies de gallo y combados dibujando conopios. Los elementos sustentantes de esta capilla parecen reflejar un tardío momento de transición en que al tiempo aún se emplean basas del último gótico junto a piezas ya renacentistas. De las mismas fechas o algo posterior debe ser la tribuna, que a buen seguro vendría a sustituir a una anterior.


Arco conopial que da
acceso a la sacristía.
Capilla del costado
septentrional.
Bóveda de crucería con pies de gallo
de la capilla




  La última remodelación importante, la que configura el aspecto definitivo del templo, se efectuaría hacia finales del siglo XVII o el primer tercio del XVIII. Fue entonces cuando se dispuso el toral actual a menor altura, se sustituyó la primitiva armadura de madera por una bóveda tabicada en la nave central y se abrió un gran arco en su costado para comunicarla con la que en este momento se construyó al sur cubierta
del mismo modo. Poco después, a mediados de siglo, se instalaría un pórtico en sustitución de otro anterior, que al igual que el actual contaría con dos columnas de berroqueña labradas por Francisco Hidalgo.
  También en este periodo se renovó por completo el arte mueble en San Pelayo, mediante un nutrido conjunto de retablos. De ellos sobresale el mayor, perfectamente ajustado al estrecho tramo recto del testero e inserto en un baldaquino pintado. Articulado en tres calles, de mayor anchura la central y giradas las laterales, por columnas salomónicas se conjugan en él escultura y pintura. Cuenta con la imagen
del sagrado corazón en la hornacina central, lugar que en origen probablemente correspondió a una talla del titular, flanqueada por san Juan de la Cruz y santa Teresa. Este retablo mayor vendría a sustituir a uno anterior que en 1574 estaba haciendo el pintor Diego Rosales, por cuya pintura recibiría trescientos ducados.


Santa Teresa de Jesús.
San Juan de la Cruz.
Retablo Mayor.
Sagrado corazón.

  






   




  También del siglo XVIII -posiblemente sean los pagados hacia 1760-65 a Felipe Sánchez y José Martín Sáez- son dos retablitos emplazados en los muros del presbiterio. Actualmente se dedica el del costado meridional a san Antonio y el del septentrional lo preside hoy una imagen de la Virgen entronizada con el niño en su regazo. Recientemente restaurada, ha sido fechada por Franco Mata en el siglo XV.

Retablo dedicado a
San Antonio.
Retablo con Virgen
entronizada.
Retablo de la capilla
lateral con el Calvario.

  Igualmente son barrocos los retablos de la capilla lateral. El situado en el muro oriental está dedicado a tres imágenes de Cristo que salvo la central no le debieron corresponder originalmente. Este pertenece a una representación del calvario a juzgar por las peanas que le flanquean de las que han desaparecido la Virgen y
san Juan; en las hornacinas laterales dos tallas más con iconografía del Amarrado y Nazareno. El del muro septentrional está dedicado a la Virgen, a la que acompañan san Ramón Nonato y un santo obispo.
  A la iglesia de San Pelayo pertenece también un retablo dedicado a san Miguel que actualmente está depositado en el Museo de la Catedral de Ávila. Es pieza que se ha venido fechando bien avanzado el siglo XVI y atribuyendo al Maestro de Portillo, autor al tiempo del retablo de la Capilla del Marquesito en la parroquial de Fuente el Sauz y de un buen grupo de obras dispersas en parroquiales vallisoletanas. Sus nueve tablas se disponen en tres cuerpos y otras tantas calles recercadas por una muy sencilla moldura. Componen el cuerpo superior, de izquierda a derecha, los temas de santa Ana leyendo ante la Virgen que acoge al niño en su regazo, Santiago matamoros y un santo obispo sin identificar a cuyos pies implora un pobre; el central san Benito de Nursia, san Miguel pesando las almas y san Bartolomé junto al demonio encadenado; el cuerpo inferior, san Jerónimo penitente, Cristo depositado en el sepulcro y san Lucas acompañado por el toro.

Ermita del Cristo de Los Remedios
  La ermita del Cristo de los Remedios se encuentra en el costado meridional de la población, próxima a la fuente denominada El Caño. Allí se alza un sencillo edificio de planta rectangular con la cabecera orientada. Al exterior su aspecto sorprende a quien se acerca a ella por primera vez, pues la presencia de gran número de contrafuertes hace prever un interior abovedado que finalmente no se encuentra.
  Probablemente tal profusión de machones tenga que ver con las obras efectuadas tras la visita episcopal de 1761, en que se pide que se repare pues se encontraba muy mal parada y para arruinarse; entonces también se hubo de mudar la cornisa e instalar la sencilla espadaña que ha perdido sus remates cerámicos en forma de bola. Ha vuelto a ser remozada en varias ocasiones recientemente durante el último cuarto del siglo pasado.

Ermita del Cristo de los Remedios.
  Al interior se accede traspasando una portada de medio punto, que da paso a un santuario harto austero. Bajo su armadura moderna de par e hilera atirantada únicamente se dispone decoración en el frente, que ocupan tallas de factura popular. La central representa un crucificado que sigue a menor escala el tipo de
los góticos de Espinosa o Arévalo en una hornacina trilobulada de fábrica, que ha sustituido últimamente a un retablo del siglo XVII citado en 2001 por los autores de la monografía del pueblo. A sus costados, en sendas hornacinas poligonales, imágenes de la Magdalena penitente y la Inmaculada.

Textos: Profesor Raimundo Moreno en "Memoria mudéjar en La Moraña".

Más fotos:

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