lunes, 29 de septiembre de 2014

Martín Muñoz de las Posadas


MARTIN MUÑOZ DE LAS POSADAS


I.- Historia de la villa

Martín Muñoz de las Posadas
El pueblo de Martín Muñoz, actualmente de la provincia y diócesis de Segovia, perteneció hasta
mitad del siglo XX a la diócesis de Ávila y estaba encuadrado en el arcedianato de Arévalo, ya desde sus más remotos orígenes medievales. Tiene su origen, como la mayoría de las localidades de su entorno, a finales del siglo XI, en el periodo de la repoblación de estas tierras castellanas, al sur del Duero. El apellido de su fundador  lleva a pensar a los historiadores que sería de origen burgalés y la abundancia de este topónimo “Muñoz” en la comarca les hace pensar a algunos,  que la repoblación se haría entre un conjunto de familias con cierto parentesco, tal vez para protegerse a la hora de iniciar esta aventura en un territorio desconocido.

Historiadores antiguos relacionan el nombre de Martín Muñoz con el de un noble burgalés, casado con una noble segoviana, Jimena Bezudo, y que de su prole vendrían otros “Muñoz”, que fundarían algunos pueblos próximos. Incluso otros lo quieren asimilar con el “Martín Muñoz” del Cantar del Mio Cid, “el vasallo que en tan buen punto nació”. No creo que sea necesario forzar tanto a la historia, pues en la misma provincia de Segovia, hay varias localidades con el mismo nombre y todas se atribuyen la misma leyenda.

En el año 1250, el pueblo de Martín Muñoz contaba ya con unos 360 habitantes, el núcleo más poblado de todo el arcedianato de Arévalo, a excepción de Madrigal, Rágama y Sinlabajos, además de la propia villa. En el año 1587 contaba con unos 3000 habitantes. En el 1752 desciende a 1200. En el año 1850 cuenta con 879. En el año 1950 sube hasta 1500 y actualmente tiene un censo de 373.

Restos del convento Franciscano de Corpus Christi.
Como datos curiosos y de interés histórico y demográfico resaltamos los siguientes: En el año 1752 había en la villa de Martin Muñoz de las Posada, en el convento franciscano de Corpus Christi, un total de 26 frailes, y al servicio de la parroquia y diferentes capellanías, un total de 14 clérigos seculares. En ese mismo año consta la existencia de “un pozo de nieve” de propiedad municipal que rentaba al año 100 reales. Los pozos de nieve abundaban por todo el país; hasta allí se acarreaba la nieve, se prensaba hasta convertirla en hielo y luego se utilizaba sobre todo con fines terapéuticos. También el Concejo era propietario, en parte, del molino de la “Irvienza” , junto al rio Voltoya, por el cual recibía una renta anual de 2.683 maravedíes.


En el capítulo de despoblados conviene anotar la presencia de “La Irvienza” y “El Espino”, despoblados que ya existían en el año 1247, pero que en el año 1752 ya aparecen como despoblados y agregados a la villa de Martín Muñoz. El despoblado de Navalperal del Campo, situado al norte, mantiene una más larga existencia, pues, aunque su  origen es contemporáneo a los dos anteriores, tuvo una vida más larga, que llega hasta finales del siglo XVII o principios del XVIII. Este despoblado, en lo referente a la jurisdicción civil, se agregó al término de Montuenga, por estar encuadrado en la Tierra de Arévalo; en lo relativo a la jurisdicción eclesiástica, dependía de Martin Muñoz, por lo que su patrimonio artístico y religioso quedaría guardado en la parroquia de Martín Muñoz.

Molino de la "Irvienza".
Despoblado de "El Espino"
Panorámica del Despoblado "El Espino".

El plano de este pueblo presenta un claro perfil longitudinal, Norte-Sur, siguiendo el trazado del antiguo camino que iba desde Madrid hasta Asturias, pasando por Olmedo, Valladolid y León. En nuestra comarca y en todo el Valle del Duero, en general, es muy frecuente esta orientación, que viene condicionada por factores geográficos y factores históricos. Los cursos de nuestros ríos, afluentes del Duero, sirven de guía a nuestros caminos tradicionales y, por otra parte, la historia de la Reconquista es una larga marcha del Norte hacia el Sur que se prolonga después en las relaciones políticas y comerciales entre las ciudades al sur del Sistema Central (Toledo, Madrid) con las ciudades al norte (Valladolid, Burgos, León).

Estos pueblos “camineros” eran transitados con mucha frecuencia por viandantes de todo tipo y condición y además eran el paso obligado de transportes y mercancías. No es de extrañar, por tanto, que en el año 1752, en el famoso Catastro de Ensenada, hubiera censados en este pueblo nada menos que cinco carreteros de la Cabaña Real, con un total de 95 bueyes. Esto explica además el sobrenombre “de las Posadas”, pues  no solo era lugar de paso sino también de estancia y pernoctación.

Dentro de este plano urbanístico de marcada tendencia longitudinal y de calles estrechas y apretadas observamos una notable excepción al llegar a su plaza. Es esta plaza porticada una de las más amplias y mejor conservadas de todos los pueblos de la comarca. Allí se celebraba anualmente una feria de ganados y productos del campo que comenzaba el 17 de Septiembre y duraba hasta el día 29. Un gran escenario para un encuentro festivo y de gran importancia económica para los pueblos próximos. Como las grandes ferias de Castilla se celebraba a finales del verano, después de la recolección, para intercambiar productos y reponer los ganados necesarios para la próxima sementera.


II.- Su patrimonio histórico y artístico

Exterior de la iglesia,

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Estamos frente a un monumento que fue declarado Bien de Interés Cultural el año 1990 y su conjunto arquitectónico revela la importancia histórica de esta localidad. La amplitud de su nave, la robustez de su torre y su crucero, la abundancia y calidad de su piedra  nos revelan la riqueza de la propia iglesia y el prestigio de uno de sus más ilustres benefactores: el cardenal Espinosa, que aquí está sepultado.

También en esta iglesia se manifiestan al menos tres etapas básicas de la Historia del Arte: el mudéjar del siglo XIII, el gótico tardío de la segunda mitad del XV y el estilo herreriano o renacentista de la segunda mitad del XVI.

Correspondiendo a su primera fase constructiva encontramos en el muro norte una portada mudéjar,“la puerta de los difuntos”,  con triple arquivolta de ladrillo y, sobre ella, un primer friso de ladrillos a sardinel, que da paso a otro de esquinillas. Por encima de la portada discurre una serie de arquillos ciegos de medio punto. En el interior se supone la existencia primitiva de un ábside triple con tres naves de menor altura que la existente en la actualidad. Esta suposición se basa en los restos de muros existentes en su interior, de menor grosor , que soportarían tres naves, de las cuales las dos laterales serían de escasa anchura y cubiertas con una bóveda de medio cañón, mientras que la nave central tendría una cubierta de madera. Esta imagen antigua que proponemos para el interior no tiene nada que ver con el aspecto actual, formado por un único espacio, de gran altura y amplitud, con una airosa bóveda apuntada, organizada por arcos fajones de ladrillo.

Puerta de los difuntos.
Bóveda apuntada con fajones de ladrillo.






















Detalle de la puerta mudéjar de los difuntos.
Paramento original rematado con almenas.
Portada mudéjar del muro
meridional.
En el muro meridional se conserva otra portada mudéjar y unas pinturas murales de finales del siglo XV; sobre este espacio, que sirve de acceso a la torre, se conserva parte del paramento original, que se remata con un conjunto de almenas triangulares y rectangulares.


Pinturas murales.del SXV.
 Detalle con ciudad amurallada.


A finales del siglo XV y durante todo el siglo XVI, a medida que el pueblo crece y su iglesia se enriquece, cambia por completo el aspecto del templo tanto en su interior como en su exterior, afectando principalmente  al coro, a la portada, a la torre y a la cabecera.

La iglesia se amplía hacia los  los pies, con la intención de incorporar un coro a la iglesia, para lo que fue necesario añadirle dos cuerpos más, que se cubrieron con crucería en el sotocoro y con bóveda de cañón apuntado en el piso superior.

Abovedamiento de crucería en el sotocoro.


 En el muro occidental se construye una portada ornamental, “puerta de las procesiones”, de finales del gótico. Se construye con piedra caliza, el marco son unos pequeños pilares que rematan en pináculos dobles y en el interior observamos un conjunto de arquivoltas ojivales cobijadas bajo un arco conopial, todo ello con decoración flamígera en las enjutas y exuberancia vegetal. La puerta de entrada es un arco escarzano adornado de un tallo y con un bajo-relieva de la Anunciación en el tímpano. Más moderna que esta portada es la que actualmente sirve de acceso al templo; esta es de granito y consta de un arco de medio punto, bajo un alfiz esculpido y un frontón triangular, de hacia 1550.


Puerta gótica de las procesiones en el muro occidental.




Representación de la
avaricia y la lujuria.
Escultura cobijada en las
arquivoltas.
Bajo-relieve de La Anunciación en el tímpano de la portada.

Portada medidional de granito, con arco de medio punto, bajo alfiz esculpido y frontón triangular

Adosada al coro, en su lado meridional, se levanta la torre de cuatro cuerpos, el inferior de granito, coronada por una terraza adornada con crestería gótica y sobre ella se levanta un edificio octogonal, que contiene la máquina del reloj. La cabecera pasa a convertirse en un espacio arquitectónico majestuoso y solemne: se suprime  la cabecera de origen mudéjar y en su lugar se acometen nuevas obras en consonancia con el relieve y prestigio de su más ilustre paisano, el cardenal Espinosa, quien había elegido este lugar para su enterramiento. Estas obras se centran principalmente en la construcción de su capilla mayor y de su crucero. El crucero, de mayor altura que la nave, se refuerza en sus ángulos con sólidos contrafuertes y tanto en el muro norte como en el sur se adorna con sendos ventanales ajimezados. En los muros del poniente se observan señales de que se pensó reformar la iglesia en el mismo estilo del ábside y del crucero, pero esta idea no se llevó a cabo.



Torre de cuatro cuerpos.
Cabecera adornado con
ventanales ajimezados.
Terraza adornada con cresterías góticas.


Interior de la iglesia

Nave de la iglesia cubierta con una bóveda apuntada.

El interior esconde una riqueza artística de primer orden. La nave de la iglesia está cubierta con una bóveda apuntada y asegurada en sus diferentes tramos con arcos de similar estructura. La majestuosidad de la capilla mayor y del crucero se ve reflejada sobre todo en sus bóvedas de crucería, con profusión de nervios, que nos hablan muy probablemente de la autoría del arquitecto madrileño Juan Bautista de Toledo. Según  la inscripción que corría a la altura de los capiteles se terminó el año 1567, reinando Felipe II.

Bóvedas de crucería de la capilla mayor probablemente obra de Juan Bautista de Toledo.


El retablo del altar mayor es de la segunda mitad del siglo XVI y es por tanto de estilo herreriano. Consta de un banco o zócalo, tres cuerpos y un ático y su imagen central es la de la Asunción de Nuestra Señora, titular de la parroquia. La acompañan relieves de la Adoración de los pastores, Resurrección del Señor, Ascensión, Coronación de la Virgen, Santiago Apóstol y el martirio de San Bartolomé. En el ático se representa un Calvario con sus tres figuras exentas.

Retablo mayor herreriano con zócalo, tres cuerpos y ático.

Ático con Calvario representado por figuras exentas.

Tercer cuerpo presidido por la Coronación de la Virgen.

Segundo cuerpo del retablo presidido por la Asunción de la Virgen.

Zócalo y primer cuerpo con Santiago apóstol y el Martirio de San Bartolomé.

En el muro del Evangelio de esta misma capilla mayor se construyó el mausoleo del cardenal Espinosa. Aparece en el centro una magnífica estatua del cardenal, que aparece arrodillado en un almohadón ante un reclinatorio, sobre el cual hay un libro abierto. Destaca  la ampulosidad de su traje cardenalicio, la majestuosidad de su figura, la riqueza de su mármoles, todo ello dentro de un escenario de muy nobles dimensiones que nos recuerda la grandeza de las estatuas orantes del presbiterio del monasterio del Escorial, obras del gran escultor italiano Pompeio Leoni, que es también el autor de este mausoleo. El conjunto lo mandó hacer el sobrino del cardenal, Don Diego de Espinosa, heredero del mayorazgo y titular de todas las capellanías que el cardenal dejó en esta iglesia. La obra se ejecutó entre el año 1577 y 1579 y costó un total de 1900 ducados.
El bello epitafio de la parte superior del mausoleo canta así la gloria del cardenal:

Pusieron en él toda su excelencia
La estrella y la virtud partidamente
La estrella le subió a real potencia
Virtvd le dio el tenella dignamente
Con mitra y con capelo i presidencia
Regio sacro i profano iuntamente
Aqví nascio primero aqvi enterrado
Espera renascer de lvz cercado


La majestuosa figura en mármol del cardenal esculpida por Pompeo Leoni.


Mausoleo del Cardenal
Espinosa.
Escultura del cardenal, bajo
un arco de medio punto.
Escultura orante del Cardenal.


En la sacristía de este pueblo estuvo durante muchos años un lienzo del Calvario, sin que se conociera su autoría. En el primer tercio del siglo pasado se descubrió que el autor de este lienzo era nada menos que el gran pintor, Doménicos Theotocópuli, conocido como el Greco, y que este cuadro llegó a Martin Muñoz, del vecino despoblado de Navalperal del Campo, que se despobló a finales del siglo XVII. Este descubrimiento fue el resultado de las iniciales sospechas surgidas durante la visita realizada en el verano del año 1919 por el conde de Cedillo, sus hijas  y su sobrino el marqués de Lozoya, que veraneaban en su palacio de Hoyuelos (“La Casona”). En paralelo con estas sospechas, las investigaciones realizadas por el comandante de Infantería D. Verardo García Rey demuestran que este cuadro pertenecíó al párroco de la Iglesia de Santo Tomé, de Toledo, llamado Andrés Núñez de Madrid, y que a su muerte (1603) lo donó a la iglesia de Navalperal, de la cual había sido en vida prestamero o titular de rentas eclesiásticas. Este cuadro de la “Crucifixión” es muy similar a otros dos del mismo autor: el del Museo del Prado y el del municipio de  Prades del Rosellón.

La Crucifixión de El Greco.


Detalle: San Juan.
Detalle: párroco de Santo Tomé de Toledo.

























Retablo de la Virgen
del Desprecio.
Además de otras piezas de gran interés debemos resaltar, no por su valor artístico, la imagen sobre lienzo de la Virgen del Desprecio, situada en el altar a la izquierda del crucero. Goza de una gran devoción por parte de todos sus habitantes y su fiesta se celebra el segundo día de pascua de Pentecostés. También goza de una leyenda, según la cual fue encontrada esta imagen por un misionero franciscano en tierra de infieles, donde era objeto de burla y escarnio. Dicho fraile la recoge y la lleva consigo por tierras de misiones, haciendo innumerables milagros, y al regresar a España y ser destinado al convento del Corpus de Martín Muñoz, se construye una capilla en dicho convento para ser venerada por todos los fieles. Tras la Desamortización y la desaparición del convento, la imagen se traslada a la parroquia para su culto.



El Cardenal Espinosa y su Palacio


Plaza Mayor y vista del Palacio del Cardenal Espinosa.

El cardenal Espinosa era hijo de Diego de Espinosa y Catalina de Arévalo y nació en la villa de Martín Muñoz de las Posadas, de la diócesis de Ávila en el año de 1512, según algunos historiadores, aunque para otros nace en el 1513, pues la partida de bautismo tiene fecha de septiembre de 1513. Estudia en la Universidad de Salamanca, que, junto a la de Alcalá, eran las de más prestigio, sobre todo a la hora de ocupar cargos importantes dentro de las carreras civil y eclesiástica.

Fue nombrado por Felipe II miembro del Consejo Real de Castilla en el 1562. En su adolescencia, a
pesar de haber recibido órdenes menores, no quiso seguir la carrera eclesiástica, pero en plena madurez, enero del 1564, recibe licencia para ordenarse de presbítero, cosa que consiguió rápidamente, el 5 de marzo de 1564. Comienza entonces una rápida carrera a la sombra del rey, quien le manifiesta un gran aprecio.

En el otoño de 1565 el presbítero Espinosa es elegido presidente del Consejo Real de Castilla y en el 1566: pensión en el obispado de Osma, inquisidor general, presidente del Consejo de Estado, presidente de la Cámara de Gracia, etc…El nombramiento de inquisidor general se hizo tras la destitución de Fernando Valdez. En estos últimos cargos dicta providencias especiales prohibiendo la lengua morisca en privado y en público y obligándoles a aprender castellano en el término de tres años, mandando entregar todos los libros y aceptar los ritos y costumbres castellanas. Estas disposiciones fueron aprobadas por la mayoría del Consejo, con la oposición del duque de Alba y fueron promulgadas por el rey el 17 de noviembre de 1566.

En febrero de 1568 es nombrado obispo de Sigüenza y en marzo de ese mismo año el papa Pio V, a propuesta del rey, le entrega el capelo cardenalicio. El año 1569 el rey  manda construir para Espinosa “algún lugar para establecer su casa con el título de marqués”. El cardenal se resiste, pero al final acepta con la condición de poner en la fachada el escudo real, para demostrar que el edificio era levantado por mandato de Felipe II. Lástima que después no pudiera disfrutar de  su mansión, pues a finales del mes de agosto de 1572 le sobreviene una fatal enfermedad de la que muere el 5 de septiembre. Con 59 años no es fácil averiguar qué nuevos destinos habría ocupado el recién nombrado cardenal. Ocasiones no le habrían faltado en aquel vasto imperio y en las luchas políticas de aquellos años: la rebelión  en Flandes, las intrigas palaciegas, etc…

Al final nos ha quedado el palacio, cuya traza está inspirada por el arquitecto madrileño Juan Bautista de Toledo y dentro de este conjunto arquitectónico hay que destacar la fachada y el patio.

La fachada acoge una magnífica portada de granito enmarcada por dos parejas de columnas estriadas que se alzan sobre dos sólidos basamentos. Sobre esta portada hay un segundo cuerpo en el que se abre un amplio balcón encuadrado entre dos pilastras jónicas y un entablamento rematado por un frontón partido por el escudo real y custodiado por dos matronas sentadas que representan a la Fe y la Justicia. Sobre el entablamento del piso inferior están sendos escudos del cardenal a los que también acompañan dos regias matronas. Los dos extremos de la fachada están rematados por dos torres macizas con su chapitel correspondiente.


Fachada del Palacio del Cardenal Espinosa
 del SXVI.
Portada de granito enmarcada por columnas
estriadas.



























Escudo del Cardenal.
Escudo del Cardenal.
Escudo real custodiado por la Fe y la Esperanza.

En el centro del palacio está el patio formado por dos cuerpos de columnas superpuestas. La galería inferior la forman 20 arcos de medio punto y la galería superior tiene otros 20 huecos con una hermosa balaustrada.


Patio formado por dos cuerpos de columnas superpuestas.
Patio y al fondo torre rematada por chapitel.
Escaleras de acceso al piso superior del patio.


























Textos: Ángel Ramón González González

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