sábado, 10 de marzo de 2012

Narros del Castillo

Narros del Castillo al atardecer.
El año 939 los cristianos derrotaron al ejército califal en la batalla de Simancas. Desde ese momento van a controlar el río Duero y a realizar frecuentes incursiones a estas tierras, lo que supuso que surgieran instalaciones defensivas en las llanuras morañegas; según Ángel Barrios se conservan topónimos que aluden a esta circustancia: Alcazarén ("los dos castillos"), Almenara ("la atalaya") o Bebán ("puerta fortificada") que es como se llamaba por entonces Narros del Castillo.

Asó lo describe Madoz en el S.XIX: "partido judicial de Arévalo, situado en terreno llano, lo combaten todos los vientos y su clima es propenso a tercianas. Tiene 40 casas de mediana construcción, distribuidas en calles sin empedrar y una plaza. Hay una casa del Ayuntamiento que a la par sirve de cárcel; escuela de instrucción primaria común a ambos sexos y una iglesia parroquial de San Juan Bautista con curato de primer ascenso y provisión ordinaria"


Santa María del Castillo:
Santa María del Castillo. Se pueden ver los argamasones de lo
que en su día fue fortificación.
A lo largo de nuestro viaje por La Moraña, hemos visto numerosas estructuras defensivas que se han reutilizado como campanarios de las parroquias locales o que bien fueron ideadas directamente para cumplir ambas funciones la defensiva y la eclesial. El caso de la iglesia de Narros es curioso ya que se trata de una iglesia fortificada al haberse rodeado su entorno con un muro. Santa María del Castillo se erige sobre una antigua fortificación, de la que quedarían algunos restos de cal y argamasones, que deben corresponder a un recinto murado carente de torres, hecho que viene confirmado tanto por la denominación del templo como por su emplazamiento.  Aunque aparece ya citada en la relación del Cardenal Gil Torres de 1250, no puede confirmarse que este antiguo templo corresponda con el edificio actual.

La iglesia presenta planta de tres naves, siendo la central casi el doble que las laterales, una cabecera formada por un único y potente ábside, la torre es del S.XVI situada a los pies y una sacristía de planta rectangular adosada al tramo recto del ábside.
Como otras iglesias de La Moraña pueden establecerse dos momentos distintos en la historia de su fábrica, uno inicial que se adscribe al mudéjar de mediados del S.XIII, a este momento corresponden su cabecera y los muros del cuerpo de las naves, tanto el septentrional como el meridional, en los que se dispone una arquería de medio punto ciega entrecruzada, que puede relacionarse con el ámbito toledano y con San Gervasio y Protasio de Santervás de Campos (Valladolid).

Oganización en tres naves por necesidades litúrgicas. La central aproximadamente de doble tamaño que las laterales.
Una segunda etapa viene marcada por las obras que se llevan a cabo durante el S.XVI, al que corresponde la torre que se erigió a los pies del templo, la reorganización de sus naves con amplios formeros en consonancia con las necesidades litúrgicas encaminadas a conseguir una visión más amplia del altar, y la apertura de la puerta Sur formada por un arco de medio punto de amplio dovelaje que posiblemente debió encuadrarse con un alfiz. A esta fase corresponden también tanto la armadura de la nave como el sotocoro.

Vanos de la torre con antepechos
de piedra en la zona inferior.
Portada con amplio dovelaje.
Torre del S.XVI.
La torre está situada a los pies del templo en el eje de la nave central, es de planta cuadrada y se remata con un friso de esquinillas y con antepechos de piedra que nos permiten fechar la obra en el S.XVI. Para su contrucción se reutilizaron materiales de la torre del homenaje de la fortificación de Narros.

En los libros de Fábrica aparecen consignadas las obras de mantenimiento que durante los siglos XVII y XVIII se llevan a cabo en el templo, siendo especialmente interesantes las que se realizan en el pórtico, pues aunque no se especifica en qué consistieron si confirma su existencia. En el muro meridional sobre la puerta de ingreso a la iglesia quedan los restos de los apoyos del mismo. Es difícil confirmar en qué fecha fue levantado, pues no sabemos si las obras que se realizan entre 1730 y 1735 se refieren a una edificación de nueva planta o si se trata de la reparación del anterior; sí sabemos que fue empedrado y que fue el maestro Pedro López el encargado de su ejecución.

Fachada Sur.
Apoyo del pórtico, fachada Sur.
Restos de un apoyo del pórtico. 
La cabecera de la iglesia de Santa María del Castillo constituye un modelo único en la provincia, un sólo ábside organizado con un tramo recto y uno curvo, al que recientemente se le han quitado los enormes contrafuertes que ocultaban parte de la ornamentación. Su originalidad reside en la forma en la que se estructuran los elementos que lo componen, y por otro lado es en esta cabecera donde puede apreciarse con mayor claridad el facetado en su tramo curvo.

Tramos curvo y recto del ábside
y fachada Norte.
Ábside a principios del S.XX.
Foto de Gómez Moreno.
Ábside poligonal después de la
restauración.

El tramo curvo, como hemos señalado, está facetado al exterior y carece de zócalo, se organiza con tres registros formados por series de siete arcos de ladrillos ciegos encuadrados por una retícula formada por pilastras acodadas y bandas a sardinel, sustituyéndose en el último orden por frisos de esquinillas y siendo los arcos de mayor altura. En el tramo recto, la serie ornamental es de dos niveles de arcadas que sólo pueden ser observadas desde el Sur ya que la sacristía, adosada posteriormente, oculta una buena parte de su traza en la fachada Norte.


Fachada Sur, con la sacristía adosada.
Fachada Norte.
Detalle de las arquerías, fachada Sur.

Presenta una ordenación diferente al de otros templos, pues las arquerías son dos, la inferior de dobles proporciones, correspondiéndose con la del segundo orden del tramo poligonal, ambas con su retícula correspondiente. Esta estructura posiblemente esté en estrecha relación con la articulación de los muros del cuerpo de la nave en los que se disponen arcos de medio punto entrelazados, en un modelo único en la provincia, que es lo que ha llevado a relacionar el edificio con la arquitectura toledana.
Otra de las diferencias de este ábside con los que hasta ahora venimos comentando es el hecho de que los tramos poligonal y recto son continuos, es decir no se unen en ángulo como es habitual en otros templos del mudéjar abulense.

Unión de los tramos recto-curvo, Sur.
Arquerías en el interior de la sacristía.
Unión de los tramos recto-curvo, Norte.

En la reciente restauración, al liberar la cabecera de toscos contrafuertes, ha puesto al descubierto tendeles salientes y bordeados y una constante labor de enfoscado de las enjutas del primer orden de arcos. En el interior también se ha sacado a la luz  un orden de trece esbeltas arquerías y sobre el otro  de siete que se corresponde  con el exterior y tres fuertes y apuntados fajones en el tramo recto. El toral y los fajones de la cabecera son agudos y refuerzan la bóveda de medio cañón.

Registro de arquerías
detrás del altar Mayor.
Arquerías enlazadas.
Arco toral y fajones
apuntados.
Debemos fijarnos también en la espléndida talla ornamental de los artesonados del coro y de la nave central. La tribuna parece extenderse hacia los muros laterales del templo ya que se apoya sobre éstos por ambos flancos.
La armadura de la nave central es de par y nudillo de limas, es poligonal ochavada, su almizate está decorado con lazo de dieciséis apeinazado formando ruedas con mocárabes en sus sinos, los cuadrantes llevan lazo de dieciséis ataujerado. Las naves laterales son de colgadizo con decoración de espigas en los pares y moldura de ovas en el arrocabe.

Armadura de par y nudillo con lazo de dieciséis en sus cuadrantes.

Moldura de ovas en el arrocabe.
Rueda con mocárabes en su sino.
Decoración de espigas
en los pares. Colgadizos
de la nave lateral.


El sotocoro, uno de los mejores de la provincia, es un taujel sobre estribado, carece de tirantes y canes, tiene una gran viga frontal que descansa en columnas provistas de zapatas, se extiende por las tres naves del templo, y los extremos avanzan formando triángulos como si se tratara de cuadrantes. Presenta una riquísima ornamentación que puede relacionarse con la de Cantiveros y en ella encontramos la combinación de elementos de tradición islámica como los mocárabes y otros propios de un lenguaje renaciente. Belén García Figuerola señala que la relación y similitud de este sotocoro con el de la iglesia salmantina de Macotera, puede indicarnos una misma autoría en ambas armaduras, en este caso los carpinteros Juan de Carmona, Pedro Sánchez y Sebastián García.
Naves desde el sotocoro.
Sotocoro soportado en columnas.
Columna con zapatas.

Decoración con mocárabes.
Taujel con mocárabes.
Taujel sobre estribado.

Más motivos decorativos del sotocoro.
Triángulo con mocárabes.
Decoración del taujel.
Entre los bienes muebles destaca un retablo del S.XVI.
Resulta curiosa la organización del retablo Mayor pues no guarda la tradicional disposición en calles y niveles sino que se ordena como si fuera un teatro, un escenario en el cual se disponen las imágenes (estas tallas son del S.XVIII, de escaso interés artístico).


Retablo barroco.
Retablo Mayor.
Retablo del S.XVI
dedicado a la Asunción.
En la subida a la torre quedan restos de unas pinturas murales realizadas al temple que pueden fecharse en el primer cuarto del S.XVI, sobre las que recogemos el texto de Gómez Moreno, quien pudo verlas casi completas, pues hoy sólo quedan parcialmente algunas de ellas y se han perdido varias: "La escalera desde los pies de la iglesia sube al coro, está enteramente cubierta de pinturas murales al temple, hechas al mismo tiempo, o sea, a principios del S.XVI, muy toscas e incorrectísimas y hasta deformes, pero curiosas en alto grado por su espontaneidad y caracter popular; están muy sucias y empolvadas.

Pinturas al temple en la
sacristía.
Pinturas en el tramo recto
del ábside, interior.
Pinturas al temple en la sacristía.

Primero se halla a Nuestra Señora con el Niño en su falda, rodeada de follajes algo moriscos sobre fondo rojo, y en torno un letrero, con carácteres romanos, ilegible. Los únicos colores son la almagra, negro, verde y ocre, sobre lo blanco enlucido. Los costados de la escalera tienen balaustres, encima recuadros circunscritos por inscripciones y, dentro de ellos, un ángel armado luchando con dragón, y este letrero a su lado <<Ángel custodio>>; además una serie de hombres, quizá profetas, con extrañas e interesantísimas ropas, en actitudes violentas y teniendo rótulos en sus manos, Las jambas de la puerta de la tribuna se adornan con Adán y Eva, cogiendo el fruto, y San Bartolomé con el diablo; sus fondos son rojos y su carácter marcadamente gótico".





Rollo de justicia:
El rollo de justicia de Narros del Castillo ha sido hallado tras las tareas de movimiento de tierras de una
finca del casco urbano y, aunque se encuentra fragmentado, puede decirse que se ha conseguido
recuperar, prácticamente, la totalidad de las piezas que lo componían. Por esta razón, el Ayuntamiento de
la localidad ha decidido recomponerlo. El objetivo es que el rollo presida la plaza de la localidad morañega, donde estuvo ubicado originariamente.

El rollo es una columna de piedra, ordinariamente rematada por una cruz o una bola. Representaba la categoría administrativa del lugar, levantándose sólo en los villazgos que tenían plena jurisdicción, indicando el régimen al que estaba sometido: señorío real, concejil, eclesiástico o monástico. Además marcaba el límite territorial y, en ciertos casos, era un monumento conmemorativo de la concesión del villazgo. Compartían con las picotas las funciones de ajusticiamientos. Estos ajusticiamientos fueron suspendidos por decreto de las Cortes de Cádiz en 1812.
Los hay en aquellos pueblos de Castilla y, por lo tanto, tenían jurisdicción para juzgar y condenar a muerte. Servía además para castigar y pagar las penas menores de los delincuentes comunes, que tras ser azotados, eran expuestos a pública vergüenza. Durante la Conquista de América, el primer acto de fundación de una ciudad consistía en la erección del rollo, como símbolo de jurisdicción real y como signo de amenaza coercitiva.


Remate del rollo.
Sillares de la columna.
Foto de Gómez Moreno, principios
del S.XX.
Más fotos:




Textos: Serafín de Tapia en "Memoria mudéjar en La Moraña; Profesor Jose Luis Gutierrez Robledo en "Sobre el mudéjar en la provincia de Ávila"; Maria Isabel López Fernández en "La arquitectura mudéjar en Ávila";  Jorge Díaz de la Torre en "Un reino de ladrillo y adobe" y apuntes de varias webs.